En la Confirmación, los signos más básicos son palabras y un gesto corporal. El obispo o sacerdote impone las manos al candidato e invoca al Espíritu Santo diciendo, “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”, mientras que unge su frente con el Crisma sagrado en la señal de la cruz. Esta parte del ritual es el más antiguo y el más esencial. Se remonta a los apóstoles. Por ejemplo, Lucas dice en su segundo libro, Hechos de los apóstoles, que “al imponerles Pablo las manos, el Espíritu Santo bajó sobre ellos” (Hechos 19, 6).

En las Escrituras, el aceite sagrado se utilizaba para ungir a los sacerdotes, profetas y reyes. Jesús es considerado el sumo Sacerdote, Profeta y Rey. De hecho, las palabras mesías y Cristo significan “el ungido”. Los cristianos son ungidos en el Bautismo y la Confirmación para simbolizar que compartimos estos tres roles con Cristo.
¿Quién puede recibir la Confirmación? Aunque en algunas Iglesias del oriente, los bebés son confirmados durante el Bautismo en un ritual llamado Crismación, la Iglesia latina durante mucho tiempo ha separado estos dos sacramentos y ha reservado la Confirmación para aquellos que por lo menos han alcanzado “la edad de la razón”, que se entiende por lo general que es a los 7 años. Además, el candidato…
- Debe haber sido bautizado previamente (o puede ser bautizado justo antes de recibir la Confirmación en algunos casos)
- Debe haber recibido una adecuada preparación en la fe
- Debe profesar la fe católica, afirmando sus promesas bautismales y el credo
- Debe estar en estado de gracia, es decir, libre de cualquier pecado mortal. Hacer una buena Confesión antes de recibir el sacramento es una buena manera para prepararse
- Debe tener una recta intención, por ejemplo, tener la intención de recibir el Espíritu Santo en el sacramento (en lugar de querer agradar a sus padres o ganar algo de dinero)
- Debe estar personalmente dispuesto a aceptar los derechos y responsabilidades de un discípulo y testigo cristiano, dispuesto a hacer sacrificios para promulgar el Evangelio y a compartir con otros, por medio de la palabra y el ejemplo, el mensaje redentor de Jesucristo y su Iglesia.